Es miércoles y yo todavía muerta de sueño. Y es que me quedo pegada viendo tele hasta tarde.
Anoche fue un programa del Animal Planet sobre una bebé-gorila de la montaña que había sido robada por cazadores que mataron a su mamá y se suponía andaba contrabandeado; la idea era rescatarla y devolverla a su hábitat.
A mí me impresionan esas historias, me apenan y me ponen rabiosa. Además, el reportaje era tan bueno que mostraba lo corruptos que están los empleados de gobierno de Ruanda y la RD del Congo que trabajan en los organismos que deberían cuidar a la pequeña población de Gorilas de la Montaña, de los que no quedan más de 650 en todo el mundo. Para un país pobre y políticamente inestable como Ruanda, los recursos que obtienen gracias al turismo que se ha desarrollado alrededor de estos goriales significan una importante entrada para su economía, pero sus necesidades sociales son tan básicas que es imposible generar una conciencia colectiva total sobre el valor de mantener a los monos vivos.
En la película Gorilas en la Niebla se cuenta la historia de Dian Fossey, quien dedicó su vida al rescate de los gorilas en las montañas de Ruanda, en un período donde los cazadores diezmaron a esa población para cortar sus manos y cabeza y venderlas a exéntricos que venían de distintas partes del mundo en busca de esos "tesoros". Gracias a la labor de esa mujer fue posible que el resto del planeta se enterara de la existencia de esas criaturas maravillosas y que hoy exista ese pequeño grupo sobreviviendo en los bosques del Congo. Es seguro que sin la intervención de esa mujer y las personas que trabajaron junto a ella, todos los animales habrian sido asesinados y no quedaría más de ellos que fotografías y videos, donde abundan las muestras de la crueldad humana de la que fueron y son víctimas.
A mediadios de los '90, en vísperas del siglo XXI, en Ruanda se vivó uno de los peores genocidios de la historia universal. En un solo día morían en ese país más de 5000 personas, masacrados por la intolerancia étnica que los países africanos heredaron del imperialismo europeo. Es comprensible que para un país donde la principal necesidad es la sobrevivencia, el tema de los Gorilas se contemple en el último eslabón de la pirámide de las necesidades humanas. Los organismos internacionales capaces de proteger los intereses de las especies en peligro de extinción ven cómo sus esfuerzos se diluyen entre la problemática política y la violencia que genera los conflictos de intereses en torno a estos animales, cuyo tráfico ilegal entrega importantes divisas a los inescrupulosos que tienen suficiente poder para romper las tímidas barreras que pretenden imponer las ongs.
Qué lejanos estamos de todo eso. Nuestra raelidad es diametralmente opuesta y sin embargo, con toda la educación, proyección económica, estabilidad política y crecimiento tecnológico, tampoco existe en Chile verdadera conciencia sobre el respeto hacia los animales. Las personas que trabajan por conseguir políticas de protección y recursos para mantener a las poblaciones de perros y gatos bajo control, evitando las crueles matanzas que efectúan las municipalidades a espaldas de los ciudadanos, no tiene eco en ningún programa político ni social, están dispersas y desorganizadas, no tienen peso mediático, y son vistas como grupos de gente que tiene mucho tiempo libre. "Los locos de los perros", "La vieja de los gatos".
El beneficio social de invertir en buenas campañas de rescate y reubicación de mascotas no es considerado en forma seria por ninguna institución pública o privada, aún existiendo testimonios reales y positivos sobre la diferencia que puede significar la tenencia de un animal para las personas.
En Estados Unidos e Inglaterra, así como en otros países europeos, los planes de rescate animal están estrechamente vinculados a programas sociales de delincuencia, discapacidad, tercera edad y servicio público. Los beneficios terapéuticos del contacto con animales están ultracomprobados, los resultados a la vista de cualquiera que indague sobre el tema, y todo gracias a la buena voluntad de quienes han creído que "es posible". Existen cárceles donde a los presos se les ha capacitado como entrenadores caninos y se les entregan perros abandonados o maltratados que han calificado para ser enseñados y reubicados de acuerdo a las necesidades de las personas. Los niveles de agresividad de esos presos han disminuído, y aparte de eso, se les ha entregado una herramienta de trabajo y dignidad dentro de su condición de antisocial. Se ha convertido en un aporte, y ese perro al que le entregó cariño y enseñanza, también cumplirá un nuevo rol ayudando en sus labores diarias a un discapacitado, acompañando a un anciano o brindando felicidad y protección a una familia. Un círculo de beneficios.
Pero siempre hay otras prioridades. Ahora, si la mitad de la población chilena aportara sólo $500 anuales, se podría contar con un fondo de 4 mil millones de pesos destinados a desarrollar infraestructura y apoyar programas de rescate animal serios, orientados a disminuir la población de animales callejeros, mejorar la calidad de vida de aquellos que han sido maltratados, establecer redes de apoyo y salud para todas nuestras mascotas, apoyar y aumentar la capacidad de los centros de rescate para animales exóticos maltratados, informar, educar y ganar una batalla que estamos perdiendo por pura soberbia humana. Nosotros podemos hacerlo, existen las personas, la voluntad y los medios, me cuesta creer que sea tan difícil.
Fundación Diane Fossey
Prision Dog Project
Pawsitive Education Training Solution P.A.W.S
Refugio Battersea
Conciencia Animal